miércoles, 14 de agosto de 2013
Anoche
Volví
a elevarme, escapé de las profanas capas de la Tierra, subí a la infinita
levedad del cosmos. Tú ahí, observándome, diciendo no se qué cosas;
aplaudiendo -tal vez- mi felicidad de instante. Ella, lejana y con la
siempre mirada de reptil. Observa y guarda sus palabras. Los observo,
deseo alacanzarte y te alejas; me dices que aún no es tiempo. Sigo
suspendida, todo me estorba, arranco las ropas, los
pensamientos, el lastre, el pasado. Luego viene la piel, me despojo de
cada poro, de cada capa y de cada tejido. Tendones, músculos y nervios
quedan dispuestos. Veo el rojísimo fluir por mis venas calientes; me
sigues observando. Te observo, guardo tus últimas palabras, tu mirada,
me doblo. Un ángulo perfecto arquea mi cuerpo, las extremidades se
juntan, se hacen una. Implosion[o]. Me reduzco a minúsculas partículas
que viajan en un espacio cuántico. Vuelvo a este plano, llego de golpe,
despierto. Me traje tu última palabra y tu sonrisa.
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