Sé que causo dolor.
Dolor cuando abres la puerta
y recóndita en una esquina advierto
haber traspasado una nueva dimensión.
Dolor que te regalo cuando manifiesto
que los trazos de mis paredes son tan solo un mapa
para poderte reencontrar.
El dolor sigue corriendo por tus ojos
justo cuando entras a la habitación
y revisas la perfecta circunferencia
de las paredes taladradas,
sin imaginar que el último demonio liberado
fue culpable de toda ruina.
Dolor expreso cuando lees
que mi profesión más antigua es la mediocridad misma.
Dolor que te consume, cuando juegas con la numerología
y el resultado entre tu vida y la mía
es igual al número que ha marcado una historia.
Ahora tu religioso olfato de amargura se impregna.
Dolor cuando tomas fuerza y destapas la hielera,
comida fétida, y el juego lúdico de cocinar el amor- hogar
putrefactos germinan en hongos y malicia.
Sé que te causo aun más dolor, cuando retrocedes a la habitación
y escudriñas en medio de la misma el principio y el fin,
buscas con obsesión arrancar las cobijas y quemar con ellas
los segundos, las horas, los días, las semanas y los meses.
De nuevo el dolor te hace presa, caes en el enredo de las mantas
te enredas más…
Me enredo…
Ahora dejo que nos ahogue el fuego que prendimos con leños-deseo.
Ahora dejo que nos ahogue el fuego que prendimos con leños-deseo.
Dolor, porque nuestra incapacidad advierte que será difícil controlarlo.
Dolor que te causo cuando le entrego
a tu sentido un alarido climático,
dolor que me causas cuando tu pálida tez ruborizas
y tus adentros cimbran orgásmicos.
Dolor que me confieres cuando leo en tus ojos vidriosos otra ausencia,
fraguando en tu huida otra profana catástrofe.
De ti también me duelen otras cosas…
[ tu nombre, tu piel y tu recuerdo]
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