Esa mañana obediente a trote rutinario de mis acostumbrados de mis pasos, volví a surcar sendero.
Como cada mañana, encontré a las voces vivas que articulaban en rumor silencioso, el secreto que nos hacia cómplices. Camino aquel umbral también coincidí con los ojos que replicaban al compás de las campanas.
La religiosidad arraigada les hacia replicar aún más cuando hacían visibles en mi piel el pecado [manifiesto].
Sin pretender que aquello fuese rutina acomodé el delantal y en él soporté todo el peso de las miradas asfixiantes. Apresuré el trote y de esta forma pude en polvo esconderme del tumultuoso enjambre sacrílego.
Sin pretender que aquello fuese rutina acomodé el delantal y en él soporté todo el peso de las miradas asfixiantes. Apresuré el trote y de esta forma pude en polvo esconderme del tumultuoso enjambre sacrílego.
Recorrí nuestra historia mientras acomodaba el rebozo tejido en pasado- sentimiento.
Como todas las mañanas pude llegar al lugar que nos pertenece. De nada sirvió librarme de esa multitud que me sofocaba, esa mañana como un primer día llegué a tu encuentro y la ausencia pesaba más que la muchedumbre.
Esa mañana acepté que ya no estabas. Transformé mi rebozo en tela de lastre-dolor.
Como todas las mañanas pude llegar al lugar que nos pertenece. De nada sirvió librarme de esa multitud que me sofocaba, esa mañana como un primer día llegué a tu encuentro y la ausencia pesaba más que la muchedumbre.
Esa mañana acepté que ya no estabas. Transformé mi rebozo en tela de lastre-dolor.
Recordé que la mañana anterior te había enterrado.
Esta mañana terminé de surcar el adjetivo de nuestro pasado imperfecto.
Esta mañana terminé de surcar el adjetivo de nuestro pasado imperfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario