domingo, 8 de enero de 2012

CALEIDOSCOPIO


Una emboscada, tres tiros, discurren ideales tiñendo el rojísimo suelo; otro escenario aparece.
Fumo implacable, el pequeño llora, llevo el dedo al gatillo y la extrema frialdad a la sien. Otro disparo certero.
Ahora corro detrás de esas palomas, la fuente estila agua y la profundidad de esta es infinita, el reflejo me llama, caigo al abismo, me ahogo en las aguas de mi infancia.
De pronto una hoguera, las llamas purifican mi cuerpo, sus voces laceran mi coraza -¡soy inocente! y tras mi inocencia sus culpas trasmutan junto con mis llamas.
En la montaña el viento sopla y se lleva mi última esperanza, soy una reina que resiste a enredarse infinita en el cuerpo de ese hombre. Moribundo clama mi perdón, mi boca no articula palabra, la muerte de nuevo presente.
El viento agreste golpea mis ropas, el pueblo se ha perdido en la falsa conciencia, la traición en azufre y en los amarillentos olores policrómica me trasformo.
De sus venas voy saliendo lentamente, bajo una monocromía reconstruyo mi caja corpórea.
A lo lejos le veo agonizar en una piedra, he llegado tarde. El mar golpea  las rocas y la espuma mi rostro. También lloro. Me aferro a  su cuerpo  inerte y al último poema que no escuchó.
Me aprisiono…
Vuelve, vuelve… las voces me regresan, me aferro a esta historia, la conjugo en presente. Abro los ojos, miro al techo blanquísimo… vuelve, vuelve, la sesión ha terminado.

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